LA METÁFORA DEL VELERO
“Un velero es impulsado por el viento, por
lo que es el viento (la causa) el que
lo mueve; sin embargo, no es el viento
sino el navegante (el protagonista) el que, al mover las velas, le da la
dirección y el sentido al andar del velero, y este andar puede ser en la
dirección del viento o en la dirección contraria, de acuerdo a cómo el
navegante coloque sus velas frente a la situación que le es dada: la dirección
del viento. Lo mismo sucede en el hombre; las variables en las dimensiones
social, familiar y educativa son condicionantes, igual que el viento, pero es
la persona espiritual, como el navegante, quien enfrenta con sus velas el
viento para llegar a su destino. No debemos dejar de observar la dirección del
viento, como tampoco dejar de estudiar los condicionantes en la existencia del
ser humano; pero es imprescindible tener en cuenta su carácter de
condicionante. El error frecuente es el de asignarles el carácter de “amo y
señor” de la dirección y el sentido, pues tanto en el velero como en la vida,
el sentido surge de la actitud con que los enfrentamos.”
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